¿Es necesario limpiar el sistema en Linux? Es una pregunta que se harán sobre todo los venidos de Windows. Quizá si seguimos una teoría sea necesario hacer limpiezas del sistema, pero vamos a inclinarnos más por lo práctico.
El funcionamiento de Windows casi se basa en acumular basura. Si desinstalas un programa no existe el mágico clean, por lo que todos los restos del programa ahí se quedan: claves de registro, archivos residuales, etc. Esto produce que el ordenador comience a ralentizarse rápidamente, por lo que hay que limpiarlo manualmente. A todo esto hay que sumarle temporales y demás archivos que se acumulan en nuestro equipo cuando navegamos, realizamos descargas, etc. Ah, y además hay que desfragmentar.
En Linux la cosa cambia: podemos instalar y desinstalar programas quitando toda la basura que estos dejen, por lo cual el equipo no se ralentizará por esto. Por otra parte el sistema en sí acumula menos archivos temporales y demás, aunque claro, los de navegación, descargas, etc., siguen estando ahí. El sistema de archivos no se fragmenta.
Si pasamos a la experiencia, suponiendo que no hagamos absolutamente ninguna limpieza a nuestro equipo, nos daremos cuenta de que en Windows al cabo de un año aproximadamente el sistema comienza a funcionar de forma errática, cada vez más lento. En cambio, en Linux pasan los años por nuestro sistema y siempre disfrutamos de un rendimiento como el del primer día.
Así que, a objeto práctico, y teniendo en cuenta un usuario normal, en Linux no es necesario preocuparse de limpiar el sistema.
Y esto añade otra ventaja. Hay que tener en cuenta que nunca podremos eliminar toda la suciedad de un sistema, y este es uno de los varios motivos por el cual Windows necesita ser reinstalado cada (como mucho) dos años, mientras que un sistema Linux es casi inmortal, antes te hartas de él y cambias de distribución o de versión.
El funcionamiento de Windows casi se basa en acumular basura. Si desinstalas un programa no existe el mágico clean, por lo que todos los restos del programa ahí se quedan: claves de registro, archivos residuales, etc. Esto produce que el ordenador comience a ralentizarse rápidamente, por lo que hay que limpiarlo manualmente. A todo esto hay que sumarle temporales y demás archivos que se acumulan en nuestro equipo cuando navegamos, realizamos descargas, etc. Ah, y además hay que desfragmentar.
En Linux la cosa cambia: podemos instalar y desinstalar programas quitando toda la basura que estos dejen, por lo cual el equipo no se ralentizará por esto. Por otra parte el sistema en sí acumula menos archivos temporales y demás, aunque claro, los de navegación, descargas, etc., siguen estando ahí. El sistema de archivos no se fragmenta.
Si pasamos a la experiencia, suponiendo que no hagamos absolutamente ninguna limpieza a nuestro equipo, nos daremos cuenta de que en Windows al cabo de un año aproximadamente el sistema comienza a funcionar de forma errática, cada vez más lento. En cambio, en Linux pasan los años por nuestro sistema y siempre disfrutamos de un rendimiento como el del primer día.
Así que, a objeto práctico, y teniendo en cuenta un usuario normal, en Linux no es necesario preocuparse de limpiar el sistema.
Y esto añade otra ventaja. Hay que tener en cuenta que nunca podremos eliminar toda la suciedad de un sistema, y este es uno de los varios motivos por el cual Windows necesita ser reinstalado cada (como mucho) dos años, mientras que un sistema Linux es casi inmortal, antes te hartas de él y cambias de distribución o de versión.
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